El pasado y el ahora

 

Para muchos, las épocas en las que se luchaba por ideales pertenecen al pasado. Quienes sostienen esto aseguran que el espíritu individualista de los tiempos que corren no permite pensar en el colectivo y ello ha conducido a una suerte de apatía generalizada, sin embargo, yo difiero de esa percepción.

Es cierto que en muchos sentidos la idea del idealista ha perdido popularidad, pero creo que ello se debe a la natural y deseable evolución de nuestra especie. El siglo pasado, como ningún otro, nos dio una cantidad importante de lecciones en muchos sentidos, los ideales, las ideologías y los compromisos políticos y sociales de cualquier espectro o color se vieron comprometidos ante sus rotundos fracasos.

Pero también es justo señalar que entre tanto escombro, hubo algunas victorias y son estas las que nos han permitido avanzar en un mundo tan hostil y absurdo como este. A la incertidumbre y la miseria de guerras y revoluciones que duraron años y provocaron la muerte de millones, le han sobrevivido el coraje, las ideas y los deseos de romper inercias históricas y brindar justicia y mejor calidad de vida a todos.

No soy ingenuo y sé que hoy día, la sola idea de una revolución o todo lo que ello implica ya no puede significar lo que hace 100 años. Y desde luego tampoco comulgo con la idea de hacer guerra solo por hacerla. Las consecuencias de todos los conflictos bélicos son brutales y perduran por generaciones. A veces algunos de esos efectos colaterales son positivos, a veces no tanto.

Por ello, me hago varios cuestionamientos, ¿qué hemos aprendido de nuestro pasado?, ¿de qué nos sirvieron las guerras y revoluciones qué hemos padecido?, en la actualidad, ¿cómo ejercemos la lucha por un país más democrático, más justo y más equitativo?, ¿qué tipo de revoluciones estamos experimentando hoy en día?, ¿cuáles son?

Este 20 de noviembre nuestro país conmemora el 111 aniversario de la Revolución Mexicana. La primera del siglo XX. Un hito en nuestra historia y que significó el paso de México a la era moderna, entre muchas otras cosas. Gran parte de lo que se construyó como país en la centuria pasada derivó de la Revolución.

Pero hoy México es distinto y no podía ser de otra manera.

La mirada al pasado, creo yo, debe hacerse sin obsesiones, sin juzgar hechos pasados con criterios o valores actuales, pero sobre todo, entiendo que el pasado no vuelve y que ser consciente de él no significa querer volver a él.

El pasado, en nuestra vida individual y en la colectiva es una huella que nos persigue siempre, a veces con mayor o menor fortuna, pero que no podemos eludir porque es parte sustancial de lo que somos.

El gran reto, siempre, como individuos y como miembros de una nación, es entender que si bien el pasado nos ha dado forma, la vida no se encuentra en él, la vida se encuentra en el ahora.

¿Qué queremos ser ahora?, ¿cuáles son nuestras luchas, ahora?

Nuestro país atraviesa por un periodo de cambio, para muchos, de transformación. Ello implica tomar decisiones complejas, cortar con una historia que para muchos ha sido desigual e injusta, y comenzar a escribir otra, en la que todos quepan.

Somos una nación joven, de poco más de dos siglos intensos, de vaivenes constantes. Tenemos, aún, mucho que aprender; miremos honestos a nuestra historia y preguntémonos si el curso que ha tomado nuestro país nos gusta, y si nuestro pasado nos ha dejado algún aprendizaje. Parece tarea ociosa, pero no lo es.

 

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