Las lecciones de R. Kelly

En el año 2000, en la cúspide del éxito, el cantante R. Kelly asombró al mundo al cambiar de apodo. El hombre que la revista “Billboard” llamó el artista más exitoso del “rhythm and blues” pidió que se le conociera como El Flautista de Hamelín (“The Pied Piper”) porque había descubierto cómo introducir la flauta en la música urbana.

Muchos notaron de inmediato el escalofriante mensaje, pues en la segunda parte –menos conocida– de la fábula alemana El Flautista de Hamelín enfurece después de que los habitantes del pueblo se niegan a pagarle por atraer con su música a las ratas que infestaban la ciudad y ahogarlas en el Río Weser.

En venganza, El Flautista de Hamelín vuelve al pueblo en las festividades de San Juan y aprovecha que los adultos están en la iglesia para tocar una melodía que atrae a 130 niñas y niños, a quienes encierra en una cueva hasta su muerte, según la versión más dramática.

Al asociar su nombre con un personaje famoso por atraer con engaños a menores de edad, R. Kelly se burlaba de las acusaciones que lo perseguían desde 1994, cuando a los 27 años ordenó la falsificación del acta de nacimiento de su protegida, la cantante Aaliyah, de 15 años, para casarse con ella en una ceremonia secreta. Desde entonces, los rumores, testimonios y videos sobre las relaciones sexuales que mantenía el tenebroso R. Kelly con menores de edad se volvieron frecuentes.

Y cada vez que surgía información nueva, el cantante sacaba la lengua o la cartera y enterraba las acusaciones. Sus canciones y conciertos generaban millones de dólares y por esas ganancias la industria musical no desterró a R. Kelly, sino todo lo contrario. En 2005, un año después de que se sumó el último de 13 cargos en su contra por producir pornografía infantil, sus colegas lo blindaron con elogios y premios por su más reciente disco, una opera con hiphop sobre sexo, violencia y padrotes.

Por lustros, mientras más víctimas sobrevivían a su infame violencia, él sobrevivió a la justicia y el juicio popular. Pero si algo hemos aprendido con movimientos globales, como “#MeToo”, es que la justicia llega. A veces tarda, pero siempre aparece. El 27 de septiembre pasado, El Flautista de Hamelín fue declarado culpable de nueve cargos de abuso sexual, trata de personas y crimen organizado, tras confirmarse que usó su fama y fortuna para crear una red de explotación sexual. A los 54 años, tiene un pie adentro de una sentencia de cadena perpetua.

El caso ha revivido paralelismos con artistas de habla hispana: personas famosas y arropadas por una industria millonaria que decide ignorar los presuntos actos ilegales de sus colegas a cambio de que los billetes no dejen de fluir. Pero, al igual que con R. Kelly, la justicia se aparecerá. Se abrirá paso entre acusaciones de trata de personas y fraudes millonarios y, sin importar cuánta fama y fortuna tengan las personas responsables, enfrentarán la justicia.

Como en Hamelín, nos libraremos de la infestación. Pero esta vez son las voces de las víctimas las que nos indican el camino a seguir.

POR ROSI OROZCO 

PRESIDENTA DE LA COMISIÓN UNIDOS CONTRA LA TRATA, A.C.

@ROSIOROZCO

 

 

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