El ego político

El ego en latín significa “yo”, en la psicología y la filosofía el ego se ha adoptado como la “consciencia del individuo” y es entendida como la capacidad para percibir la realidad.

Por un lado, un ego equilibrado es la capacidad del ser humano para motivarse, impulsarse y expandir todo su potencial de forma armónica, es el pilar fundamental del auto liderazgo y su base principal es la humildad.

Por otro lado, un ego exacerbado es todo lo contrario y se manifiesta con conductas arrogantes y soberbias con una necesidad adictiva de vanagloriarse.

El desajuste del ego no es exclusivo de ninguna profesión, pero hay un tipo de EGO que no solo afecta a quien lo posee, sino también, desafortunadamente, a toda una sociedad, esto es: EL EGO POLÍTICO.

¿QUÉ ES EL EGO POLÍTICO?

Un político con problemas de ego no está interesado o simplemente es incapaz de recibir consejos u opiniones de personas externas a su círculo, o inclusive en ocasiones, ni siquiera toma en cuenta el juicio de sus propios asesores y en grado extremo, se convierte en algo que, psicológicamente se conoce como el SINDROME DE HYBRIS.

Hybris, de origen griego, significa orgullo. Los griegos utilizaban este término para caracterizar la arrogancia. Más allá de ellos, a lo largo de la historia, este síndrome ha sido identificado en infinidad de reyes, emperadores, gobernantes de toda índole, políticos, militares, hasta grandes empresarios y directivos lo han padecido.

Algunos de sus síntomas son un enfoque personal irreprochable, confianza exagerada, sentimiento de superioridad, desmedida preocupación por la imagen personal, deprecio de los consejeros personales y el alejamiento progresivo de la realidad.

Todos estamos expuestos a tener un ego inflado y caer en el Hybris, unos más que otros, actualmente, las redes sociales juegan un papel muy importante pues incrementa nuestro sentido de autoimportancia queriendo lucir sobre los demás, querer captar la atención e imponer nuestra postura a toda costa.

¿Y EN LA POLÍTICA?

En el ámbito político, resulta más delicado, pues entre más crezcan los cargos de mayor importancia y poder, más crecen los aduladores y fanáticos y, por ende, crece el ego descontrolado para defender y cuidar la posición.

Para acabar pronto, el ego es el enemigo de la política con efectos devastadores, pues por mirarse a sí mismos, se ciegan a ver lo más importante: las necesidades sociales.

El ego político hace perder el rumbo de quien lo posee, pues se confunde las prioridades públicas con las personales y se reacciona ante la adversidad con rabia y cólera y no con mesura y prudencia.

Por eso creo que, una de las razones de la falta de crecimiento y desarrollo de muchos Países, es debido a que, en los cambios de poder, los partidos políticos cuentan con una POLÍTICA EGOCÉNTRICA, donde, a su llegada, desmantelan cualquier progreso de sus antecesores, aunque éste haya sido en beneficio del País e inician desde cero. Esto genera incertidumbre con la ciudadanía, falta de progreso económico y desconcierto a nivel internacional.

¿Por qué la POLÍTICA EGOCÉNTRICA no puede reconocer los aciertos de los demás? Simplemente por ego y desafortunadamente por ego político… pagamos tod@s.

 

LA REFLEXIÓN

La ambición política es válida y legítima siempre y cuando se luche por el mejoramiento de las políticas públicas en beneficio de la sociedad, pero el primer aviso de preocupación es dirigido a aquellas personas ambiciosas que aspiran a asumir cargos públicos que sobre pasan sus capacidades.

Es ser ególatra también pensar que, sin conocimiento o habilidades se pueden desempeñar cargos donde no se tiene la correcta preparación.

Los aspirantes a cualquier cargo político deben auto evaluarse en un ejercicio de brutal honestidad para determinar si cuentan con la preparación académica para un cargo de gran responsabilidad social, pero esto no se logra escuchando elogios de terceros a modo, sino analizando los resultados adquiridos durante la trayectoria profesional.

De hecho, un gran político es aquel que se conoce a la perfección, reconoce sus capacidades y cuando detecta a sus debilidades, se rodea de los mejores para ser asesorado, pues el ser franco potencializa la honestidad y genera respeto con los demás.

Un ejemplo de liderazgo basado en la humildad se ejemplifica con la figura del general William Tecuseh Sherman, quien luchó para el norte en la Guerra Civil de los Estados Unidos, en varias ocasiones, el sentido del propósito del General Sherman (el cual era ganar la guerra), prevaleció sobre su ego, eso lo hizo rechazar ascensos y otros honores al no sentirse preparado o merecedor de ellos. Hoy, es considerado uno de los mejores estrategas militares norteamericanos.

Entonces, la honestidad va aparejada con la humildad. ¿Nos queda claro?

Coincido con Ryan Holiday (autor del libro “El ego es el enemigo”), donde señala que en la política se “tiende a hablar mucho y actuar poco”, pues el ego se infla fácilmente con las palabras, pero son las acciones, el conocimiento y las anteriores experiencias lo que realmente ofrece una base sólida para avanzar a puestos de liderazgo.

Entendamos de una vez: La política se transmite con humildad, sensatez, madurez, responsabilidad y, sobre todo, con resultados y así… se genera el respeto deseado.

Estimado(a) lector: Sea cual sea tu ámbito profesional, controla tu bestia interna, domestica las emociones y concéntrate en lo que realmente importa, no distorsiones nunca la capacidad de escuchar a los demás y ejercita continuamente la reflexión personal, pues como decía Dean Acheson – Consejero político estadounidense. (1893 – 1971):

“EL GRAN CORRUPTOR DEL HOMBRE PÚBLICO ES EL EGO. MIRAR A LOS ESPEJOS DISTRAE LA ATENCIÓN DE LOS PROBLEMAS”

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LA VOLUNTAD ES EL CAMBIO ®

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